domingo, 19 de julio de 2009

¿Se han puesto a pensar cómo hasta el maldito lenguaje nos condena a una elección definitoria que termina por limitarnos la existencia? ¿No? Pues yo sí. Es tan simple como poner un poco de atención en nuestras charlas cotidianas.


Quiero un helado de chocolate o de frutilla”, “trabajar o viajar”, “amar o morir”; desde el habla cotidiana ya estamos siendo esclavos del “O”. ¿Por qué "o esto o aquello”? Por eso me declaro en rebeldía y decido tratar de utilizar en mi vocabulario esta conjunción mejor conocida como “O”.



La obligación de elegir entre dos o más cosas es espantosa; ¿por qué rayos no podemos tenerlo todo? Nuestra libertad está condenada por una vocal que, sin más, nos deja sin la posibilidad de probar lo absoluto. Por eso, para evitar frustraciones, delirios y traumas, propongo que nos hagamos enemigos de la vocal y nos acerquemos más a la bien amada letra y consonante “Y”. Porque podemos “hacer esto y aquello”, "tener un helado de chocolate y frutilla”, "amar y morir al mismo tiempo”.

Con el uso de la “Y” se nos puede abrir una gran gama de posibilidades; aprovechémosla y disfrutemos de la buena vida, tocando el absurdo de tenerlo todo. Procuremos no perder ese placer lingüístico. Porque si decimos lo que deseamos, lo tenemos.